jueves, 10 de mayo de 2012

El Papa ha ordenado que el Rito Romano se celebre en todas las Diócesis de acuerdo a sus dos formas

 

 

El Departamento de Prensa y Comunicaciones de la Diócesis de Ciudad del Este, ha pedido del Obispo, ha entrevistado al Rector del Seminario Mayor San José,Mons. Dominic Carey, doctor en liturgia por la Universidad de San Anselmo, en Roma, para queexplique a los fieles la ley aprobada en 2007 por el Papa Benedicto XVI en el Motu Proprio Summorum Pontificum según la cual el rito de celebración de la Misa, en la liturgia romana, tiene actualmente dos Formas, la Ordinaria (aprobada en 1970 por el Papa Pablo VI) y la Extraordinaria (la Forma en que se celebraba la Misa antes de la reforma pedida por el Concilio Vaticano II).

¿Por qué el Papa Benedicto XVI ha decidido que la Santa Misa se celebre en el Rito romano según dos Formas, la nueva y la antigua?

El Papa mismo explica sus razones, que son varias. Una vez que la Iglesia aprueba una forma de celebrar la Misa o los Sacramentos, nunca después la suprime. Puede que establezca nuevas formas de hacerlo, pero lo que se hacía antes sigue siempre siendo válido.

Más importante, lo que el Papa quiere es que la celebración de la Forma extraordinaria (es decir, el modo de celebrar la Misa antes del Concilio Vaticano II) y la celebración de la Forma ordinaria (cómo se celebra la Misa después de los cambios introducidos por el Papa Pablo VI) se enriquezcan mutuamente.

¿Qué quiere decir que las dos Formas se deben enriquecer mutuamente?

Veamos. El Concilio Vaticano II pidió que la forma de celebrar la liturgia se reformara para facilitar la participación plena de los fieles en la Misa y los Sacramentos. Pero lo que el Concilio pidió no se cumplió fielmente. Entre otras cosas, hubo muchos abusos y, de hecho, pocas veces se celebra la Misa siguiendo perfectamente todas las normas que ordenó el Papa Pablo VI. Estos abusos tuvieron lugar porque el Concilio se interpretó indebidamente como una ruptura con “la Iglesia de antes”, o “la Iglesia pre-conciliar”. Pero Benedicto XVI ha dejado muy en claro que este modo de pensar el Concilio es completamente equivocado. La Iglesia Católica es una –antes y después del Concilio siempre la misma Iglesia.

Entre estos abusos, por ejemplo, se ha prácticamente perdido el uso de la lengua latina, que el Concilio quiso se mantuviera en al menos las partes principales y ordinarias de la Misa (Sacrosanctum Concilium, 36)–es decir, las partes que no cambian con cada Misa y, por lo tanto, pueden aprenderse bien en toda su riqueza con una buena preparación de catequesis.

También se perdió el uso del canto gregoriano, aunque sigue siendo siempre la forma principal de música sagrada en la liturgia actual, tanto según el Concilio (Sacrosanctum Concilium, 116), como según los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y, claro, Benedicto XVI (entre los documentos más recientes, ver Verbum Domini, 70).

Estos y otros abusos hicieron que las celebraciones, con frecuencia, se banalizaran y perdieran en alguna medida su carácter sagrado. Entonces, lo que propone el Papa Benedicto XVI es que, al celebrar con frecuencia la Misa según la Forma antigua y la nueva, esos abusos se vayan corrigiendo y la nueva Forma de celebrar la Misa se haga con la misma sacralidad, devoción, respeto y piedad con que se celebraba la Misa antiguamente, pero, evidentemente, sin tampoco perder las grandes ventajas que se han ganado gracias a las reformas que el Concilio sí pidió y que se hicieron según su Decreto sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium. De este modo, se renueva la perfecta continuidad entre la liturgia tal como se celebraba antes del Concilio y la liturgia renovada después del Concilio.

¿Cuáles son algunas de esas reformas que el Concilio sí pidió?

El Concilio, más que nada, pidió que se enriquecieran las partes que cambian cada día en la Misa, manteniendo la substancia de lo que anteriormente se hacía en la parte ordinaria, o habitual de la misma. Por ejemplo, quiso mejorar mucho las lecturas de la Biblia que se hacen en la liturgia de la Palabra, de modo que, en tres años, los fieles pudieran escuchar en la iglesia las partes más importantes de todos los libros de la Biblia. Añadieronmuchas oraciones  y Prefacios antiguos que habían dejado de rezarse a lo largo de los siglos, así como también redactaron unos nuevos muy lindos. Se introdujeron también algunas mejoras en el calendario litúrgico. Y otros cambios como el uso más extenso de la lengua de cada país, no en todas las partes de la Misa, sino en aquellas como la liturgia de la Palabra y las oraciones que cambian cada día, para que los fieles pudieran entenderlas mejor.

¿Acaso no se molestarán los sacerdotes y los fieles si la Misa es celebrada de dos Formas distintas?

La forma habitual de celebración sigue siendo siempre una de esas Formas, es decir, la llamada “ordinaria”. Pero, además, en la medida en que esa Forma ordinaria se vaya mejorando y enriqueciendo de acuerdo a la experiencia de celebración de la Forma extraordinaria, entonces muchas de las diferencias actuales irán prácticamente desapareciendo. No estamos hablando de dos ritos sino dos formas de celebrar el mismo rito romano.

Más importante aún, aunque la Iglesia tiene distintas formas y ritos en los que celebra la Misa y los Sacramentos, estas diferencias no causan divisiones, sino que enriquecen la vida espiritual de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II decía, por ejemplo, que la Iglesia está mejor cuando respira con sus dos pulmones –se refería al estilo, teología, espiritualidad y liturgia de las Iglesias orientales, y a los de la Iglesia occidental. Aunque en la Iglesia la liturgia es siempre la misma, el lenguaje que utilizamos para celebrar esa única liturgia es distinto según los ritos. Hay muchísimos ritos en la Iglesia. Y todos ellos aportan al tesoro común elementos únicos. Cuanto más variada la comida y las formas de prepararla, mejor se come. Cuanta más variedad y más multiplicidad tiene la Iglesia en su liturgia, más rica su vida espiritual. La Eucaristía es el signo y la causa de la unidad de la Iglesia. Cuando la celebramos bien, aún con ritos, formas y usos distintos, no estamos dividiendo a la Iglesia, sino uniéndola profundamente en Cristo por la acción del Espíritu Santo.

¿Por qué dice que si celebramos bien las dos Formas del Rito romano las diferencias prácticas irán disminuyendo?

Porque, de hecho, si uno celebra según lo mandan las leyes de la Iglesia, las diferencias no son tantas. De acuerdo a Benedicto XVI, las tres diferencias más grandes que sorprenden a un fiel acostumbrado a la Forma ordinaria cuando asiste por primera vez a la celebración según la Forma extraordinaria son las siguientes: en primer lugar, le sorprende mucho la lengua en la que se celebra, que es el latín; en segundo lugar, le sorprende mucho que el sacerdote celebre “orientado”, es decir, mirando hacia el altar, en la misma dirección en que oran los fieles; en tercer lugar, le sorprende el silencio que hay en partes importantes de la celebración, como, por ejemplo, la plegaria eucarística.

Son las tres diferencias más notables, siempre según el Papa. Quizás podríamos agregar una cuarta diferencia en nuestros países: el tipo de música que se emplea. Pero, si nos fijamos bien y las dos Formas se celebran según están mandadas, esas diferencias no tendrían que ser tan grandes.

En cuanto al latín, ya dijimos que tanto el Concilio como el Misal aprobado por Pablo VI piden retener el uso del latín, salvo en aquellas partes que los fieles no pueden aprender con facilidad en la catequesis porque cambian día a día, o que no pueden tampoco seguir con la ayuda de un misal personal.

En cuanto a la orientación del sacerdote, tanto el Concilio como el Misal nuevo prevén que la Misa se celebre como se ha hecho siempre en la Iglesia, es decir, orientada. La diferencia es que el Misal nuevo –pero fíjese que sólo en su última edición, la tercera edición típica aprobada recientemente por Juan Pablo II en 2002, no la aprobada por Pablo VI en 1970– también incluye la posibilidad de que la Misa se celebre con el sacerdote de cara a los fieles. Es decir, aún hoy, la ley litúrgica sólo da una nueva posibilidad, la de celebrar de cara a los fieles. No es ni obligatorio ni, mucho menos, “la norma” que manda la Iglesia. El Papa Benedicto XVI ha explicado en profundidad la importancia de este signo de la orientación: cuando el sacerdote habla o se dirige a los fieles, los mira a ellos, pero cuando todos se dirigen o hablan con Dios, entonces todos miran hacia el mismo lado, hacia el Sagrario, o hacia el Este, es decir, hacia los signos de la presencia de Dios entre nosotros. La costumbre de rezar “orientados” no sólo ha sido siempre la forma de celebrar la Misa en la Iglesia, en todos sus ritos, tanto orientales como occidentales, sino incluso una costumbre que Israel también mantuvo a lo largo de su historia sagrada.

En cuanto al silencio, el Misal nuevo tiene muchos momentos en que pide o sugiere el silencio (por ejemplo, en el rito penitencial, antes de las oraciones, después de la comunión). El silencio es la atmósfera de adoración y meditación que ayuda a asimilar el misterio de fe que celebramos. En la liturgia, como en cualquier obra maestra de música, es necesario no sólo que haya sonidos, sino también momentos de silencio, de reposo, de asimilación de lo que se ha escuchado o cantado.

Finalmente, en cuanto a la música, si uno cumple bien con las normas del Misal nuevo, no tendría que haber ninguna diferencia entre lo que se canta en una Forma u otra del único Rito romano. En primer lugar, debe predominar el canto gregoriano; en segundo lugar, la música polifónica que sigue las formas y el tono del canto gregoriano; y, en tercer lugar, la música en la lengua de cada país que, como en el caso de la polifónica, debe también imitar los modos de la música gregoriana. Citemos como ejemplo de ley actual sobre este tema el Quirógrafo de Juan Pablo II en el centenario del Motu Proprio sobre la música litúrgica, “Tra le Sollecitudini”, 12. En otras palabras, las leyes que regulan el uso de la música en la Forma extraordinaria y la ordinaria, en la antigua y la nueva, son idénticas. Lo que se permitía antes, se permite ahora. Y lo que no estaba permitido antes, sigue sin permitirse ahora.

¿El Papa quiere que haya siempre dos Formas de celebrar la Misa?

El Papa ha compartido con nosotros en varias ocasiones lo que, en definitiva, a él le parece la mejor manera de progresar en la renovación litúrgica. Por ahora, la celebración del Rito romano según dos Formas. Pero esto sería sólo una etapa de transición y preparación al objetivo final, que sería volver a una sola forma de celebración del rito, ya sin abusos, incorporando todas las reformas queridas por el Concilio, pero sin perder nada de la riqueza antigua. El Papa desea que la Forma ordinaria, o nueva, se enriquezca del tal modo con la experiencia paralela de la celebración extraordinaria, o antigua, que, guardando los desarrollos positivos nuevos que encierra, no pierda los tesoros de la tradición litúrgica. Similarmente, que la Forma extraordinaria, al celebrarse paralelamente a la ordinaria, vaya abriéndose a los cambios que sí quiso el Concilio y que son un verdadero progreso en la vida litúrgica de todos. Repito: lo que el Papa quiere es que, al fin, se cumpla lo que pidió el Concilio, es decir, una renovación y enriquecimiento de la liturgia siempre en continuidad con la tradición de la Iglesia.

Pero, ¿acaso el Concilio Vaticano II no suprimió la Forma antigua de celebrar la Misa?

Ya dijimos que el Papa aclaró que, una vez que un rito es aprobado por la Iglesia, nunca se suprime (Cf. Summorum Pontificum, 1).  Sigue siendo siempre válido. Por otra parte, el Concilio nunca quiso “suprimir” o “derogar” una Forma de celebrar la Misa e imponer una nueva Forma de hacerlo. No. El Concilio, simplemente, quiso mejorar lo que se venía haciendo, no cambiarlo.

La Iglesia no cambia la liturgia. La Iglesia ha recibido la liturgia de Cristo. Lo que ella hace es entender mejor el tesoro recibido y, a partir de esa experiencia espiritual profundizada, enriquece sus ritos y sus formas. Como una esposa que adorna y conserva a la vez el regalo precioso que le ha dado su esposo. La liturgia no es algo hecho por nosotros. Es algo dado, sagrado, hecho por Dios.

¿No cree que la norma dada por el Papa pueda dividir a los fieles de las comunidades parroquiales?

Como toda cosa buena, se necesita una preparación para poder valorar esta norma del Papa. Los sacerdotes debemos preparar a los fieles para que puedan entender bien qué es lo que el Papa quiere, por qué está pidiendo esto, y para qué. Es decir, qué problemas está el Papa resolviendo y qué beneficios tendrán todos si seguimos lo que el Papa manda. Cursos específicos sobre liturgia y sobre lo que pidió el Concilio ayudarán sin duda mucho. Pero, en el largo plazo, es en la catequesis donde debe darse la preparación de fondo que permita una participación más plena en la liturgia de la Iglesia.

Los cambios, aún cuando son verdaderas y grandes mejoras, hay que introducirlos gradualmente, con tiempo y delicadeza para no herir a nadie de buena voluntad. Como a un niño que, al ir creciendo, y justamente para que pueda ir creciendo mejor y más sano, se lo va introduciendo a nuevas comidas y sabores. La Iglesia quiere que los obispos y los sacerdotes tengan esta misma delicadeza maternal con respecto a las reformas en los modos de celebrar la liturgia.

¿Qué está haciendo nuestra Diócesis para cumplir con lo que el Papa ha mandado?

Nuestro Obispo ha tomado la delantera en obedecer al Papa. Pero lo ha hecho con esa delicadeza de la que hablábamos recientemente. No imponiendo cambios que podrían parecer arbitrarios, sino preparando la renovación.

Lo primero ha sido formar a los nuevos sacerdotes para que sean capaces de celebrar y valorar las riquezas propias de las dos Formas del rito romano. Esto ya se está haciendo en nuestro Seminario.

Lo segundo, ahora que empieza a haber sacerdotes que saben celebrar la Forma extraordinaria, y que pueden ir preparando a los fieles para vivir mejor esta decisión sabia del Papa, el Obispo quiere que la Forma extraordinaria se celebre al menos semanalmente, los domingos, en la Catedral y algunas parroquias principales. Será un primer paso. Después podremos llegar a que cada parroquia tenga, al menos una vez, el día domingo, la celebración según la Forma extraordinaria, que es lo que el Papa pidió en el Motu Proprio. En las capillas, en las que suele haber una sola celebración de la Misa, será, naturalmente, según la Forma ordinaria, pero celebrada en armonía y guardando el espíritu en que la Iglesia siempre ha celebrado la Eucaristía, es decir, en armonía y en el espíritu de la Forma antigua.

Vale la pena avisar aquí que la Forma extraordinaria de la Misa se celebra ya, cada sábado a la noche, en la Parroquia Espíritu Santo, del Área 4, después de las Vísperas a las 19:30 horas. Dios mediante, sin embargo, pronto comenzará también a celebrarse semanalmente en la Catedral y en otras parroquias, obedeciendo al pedido del Motu Propio Summorum Pontificum.

Además, nuestro Obispo ha promovido los cursos litúrgicos en las parroquias y también unos cursos de canto gregoriano que un especialista uruguayo, graduado en el Instituto Gregoriano de París, ha venido dictando tanto en el Seminario como en algunas parroquias.

¿Podría dar un mensaje final para cerrar esta entrevista?

Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo lo que es conforme a la fe y a la caridad. Qué mejor que dejar al Papa Benedicto XVI decir las últimas palabras: “En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero nunca ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también permanece sagrado para nosotros…”.

http://diocesiscde.info

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