jueves, 31 de mayo de 2012

Novedad editorial: MISSA EST de Daniel Rops

 

 

Una Voce Córdoba tiene el agrado de anunciar la publicación de un nuevo libro: MISSA EST (traducida para esta edición del original en francés) del eminente escritor e historiador católico, Henri Daniel Rops (1901-1965).

Esta pequeña obra nos entrega meditaciones que nos ayudarán a comprender y amar cada vez más el Sacrificio de Jesús, por lo que, sin dudas, resulta de lectura obligatoria para la formación de todo católico.

Escrita en 1951, (cuya primera edición vino acompañada por un agradecimiento por su labor historiográfica por parte del Papa Pío XII, por mediación del entonces Secretario de Estado, Mons. Montini, futuro Cardenal y Papa), el autor ha querido presentar, parte por parte, los momentos de la Santa Misa desde la perspectiva de “la abundancia del corazón”, por lo que sus reflexiones no son devotas en un sentido emotivo, sino religiosas en cuanto que nos llevan a mejorar nuestra participación en el culto divino.

El rito que el autor nos va mostrando es el llamado “Rito Tridentino o Tradicional”, del cual el Papa Benedico XVI ha reconocido su validez y riqueza litúrgica para toda la Iglesia.

Así, cada parte de la Misa es explicada y reflexionada con una Oración final en cada una de ellas, dejando  el autor de lado su ser académico para dejar paso a su más profunda plegaria de fe.

Para finalizar, no podemos dejar de agradecer a quienes, desinteresadamente, colaboraron en hacer realidad esta publicación. Todo “ad maiorem Dei gloriam”

 

MISSA EST

de Daniel Rops

96 págs.

Ediciones Eutrapelia

Córdoba – 2011

Precio: $ 30 + gastos de envío

Pedidos: unavocecba@yahoo.com.ar

Fuente: Una Voce Córdoba

lunes, 28 de mayo de 2012

LO QUE ALGUNOS QUIEREN OLVIDAR DEL P. JOSÉ KENTENICH

 

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Algunas cosas que olvidan (algunos schontatianos) del fundador del Instituto Secular de Schöenstatt, el padre José Kentenich

¿Quién es el que celebra Misa versus Deum /ad Orientem? Sí. Es el padre José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schöenstatt (...) pero hay que recordar algunos detalles que se olvidan sobre él:
1) Nunca abandonó la sotana (no existen fotos de él sin ella).
2) Nunca dejó su barba larga y para nada "moderna".
3) Amaba el latín... su epitafio dice Dilexit Ecclesia.
4) Su "reforma" liturgica era fuertemente tridentina y no abandonaba el latín como lengua sacra.
5) En sus santuarios impuso como regla inamovible para que nunca que nunca fuera alterada colocar el altar Ad Orientem, aunque es incómodo para celebrar Misa versus populo.

Fuente: Surge, propera

El uso de los instrumentos musicales en la Sagrada Liturgia

 

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Aun cuando la música eclesiástica es exclusivamente vocal, permítese en ella el uso del órgano y, en algún caso particular y con la debida licencia del Ordinario, también el de otros instrumentos (Motu propio de Pío X, números 9 y 15).

Estos otros instrumentos que pueden usarse, además del órgano, con previa y expresa licencia del Ordinario, son: violines, violas, violoncelos, contrabajos, flautas, clarinetes, fagots y bandas de música con personal selecto y número de instrumentos proporcionados al local (instrumentos de aire, que acompañen con música escrita en estilo grave, conveniente y en todo parecida a la del órgano) (Motu propio de Pío X, números 20 y 21).

 

 

En cambio, son instrumentos prohibidos para siempre y por doquier, y no pueden ser permitidos: el piano, todos los instrumentos fragorosos (ruidosos, estridentes): tambor, chinesco, panderetas, platillos, etcétera, y todos los ligeros: arpa, guitarra, bandurria, mandolina, acordeón, etcétera (Motu propio de Pío X números 9 y 11), sin exceptuar el gramófono y el fonógrafo (Decr. 11 febrero de 1920).

 

 

Fuente: Musikliturgik

NUEVOS DOCTORES DE LA IGLESIA

SAN JUAN DE ÁVILA Y SANTA ILDEGARDA DE BINGEN

Hildegard von Bingen hildegard   San Juan de Avila

 

Después de celebrar la Santa Misa en la Basílica Vaticana por la Solemnidad de Pentecostés, el Santo Padre se asomó a la ventana de su estudio para rezar el “Regina Caeli” con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Antes de la oración mariana, el Papa anunció que el próximo 7 de octubre, al inicio de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, proclamará Doctores de la Iglesia universal a San Juan de Ávila y Santa Ildegarda de Bingen. “Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en periodos históricos y ambientes culturales muy diversos -explicó Benedicto XVI-. Ildegarda fue monja benedictina en el corazón del Medioevo alemán, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música. Juan, sacerdote diocesano en los años del renacimiento español, participó en la forja de la renovación cultural y religiosa de la Iglesia y la sociedad en los albores de la modernidad”.

La santidad de su vida y la profundidad de su doctrina hacen a estos santos “perennemente actuales: la gracia del Espíritu Santo los proyecto en esa experiencia de penetrante comprensión de la revelación divina y de inteligente diálogo con el mundo que constituyen el horizonte permanente de la vida y la acción de la Iglesia”.

El Pontífice afirmó asimismo que estas dos figuras de santos y Doctores son de especial importancia y actualidad en vísperas del Año de la Fe y a la luz del proyecto de una nueva evangelización, a la cual estará dedicada la Asamblea del Sínodo de los Obispos: “También en nuestros días, mediante sus enseñanzas, el Espíritu del Señor resucitado sigue haciendo resonar su voz e ilumina el camino que conduce a la única Verdad que puede hacernos libres y dar sentido pleno a nuestra vida”.

Tras el rezo del “Regina Caeli”, el Papa señaló que hoy, en Francia, ha sido proclamada beata la Madre Saint-Louis, en el siglo Louise-Elisabeth Molé, fundadora de las Hermanas de la Caridad de San Luis, que vivió entre los siglos XVIII y XIX, y fue “testigo ejemplar del amor a Dios y al prójimo”. Por último, recordó que el próximo viernes viajará a Milán para participar en el VII Encuentro Mundial de las Familias, e invitó a los fieles a rezar para que este evento sea fructífero.

Fuente: Servicio de Información Vaticana

domingo, 27 de mayo de 2012

Primera Misa Tradicional en Tucumán

 

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En el día de ayer se llevó a cabo la celebración de la Santa Misa según la Forma Extraordinaria del Rito Latino en la Iglesia Catedral de Tucumán, conforme al Motu Proprio Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI.Fray Guido Casillo

La Santa Misa fue celebrada por Fray Guido Casillo (OP), por solicitud de Mons. Zecca, Arzobispo de Tucumán, en respuesta al pedido de un grupo de fieles que la habrían requerido.

La Catedral estuvo colmada de fieles. Entre ellos algunos adultos que emocionados recordaban la Misa de siempre, aquella que frecuentaban todos los domingos en mejores tiempos. Pero tampoco faltaron jóvenes, de hecho fueron la mayoría. Paradójicamente, son ellos, quienes siente mayor interés por aprender el rito antiguo de la Misa.

Nos contaba un fiel que la ceremonia se vio un tanto opacada por la falla que tuvo uno de los micrófonos, lo que dificultó oír una parte de la celebración, aunque esperan que el imperfecto se encuentre solucionado para la próximas misas, que desde ahora se celebrarán todos los sábados en la Catedral de Tucumán.

En el sermón, Fray Guido destacó el valor que tiene la Santa Misa celebrada en esta forma, la importancia del canto gregoriano y el latín. Aclaró que la Misa no se celebra de espaldas al pueblo -como despectivamente nos dicen algunos- sino de cara a Dios. También subrayó la importancia y necesidad que han de tener los momentos de silencios contenidos en este rito.

Los fieles, colmados de piedad, comulgaron de rodillas (muchos por primera vez) y se retiraron en paz luego del “Ite missa est”

Deo gratias!

PD: Esperamos que pronto pueda celebrarse la Santa Misa Tradicional en nuestra amada Catedral de La Plata.

Secuencia de Pentecostés

VENI, Creator Spiritus

VENI, Creator Spiritus

 

VENI, Creator Spiritus,
mentes tuorum visita,
imple superna gratia
quae tu creasti pectora.

Qui diceris Paraclitus,
altissimi donum Dei,
fons vivus, ignis, caritas,
et spiritalis unctio.

Tu, septiformis munere,
digitus paternae dexterae,
Tu rite promissum Patris,
sermone ditans guttura.

Accende lumen sensibus:
infunde amorem cordibus:
infirma nostri corporis
virtute firmans perpeti.

Hostem repellas longius,
pacemque dones protinus:
ductore sic te praevio
vitemus omne noxium.

Per te sciamus da Patrem,
noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
credamus omni tempore.

Deo Patri sit gloria,
et Filio, qui a mortuis
surrexit, ac Paraclito,
in saeculorum saecula.

Amen.

sábado, 26 de mayo de 2012

Emitte Spiritum tuum, et creabuntur: et renovabis faciem terrae

 

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Jesús había establecido los fundamentos de la Iglesia en el curso de su vida apostólica, y le había comunicado sus poderes después de resucitar. Pero el Espíritu Santo debía completar la formación de los Apóstoles y revestirlos de la fuerza de lo alto. (Evangelio). Al reino visible de Cristo sucedía el reino invisible del Espíritu Santo, que venía a terminar y pulir la obra ya admirable de Jesús, a “renovar la faz de la tierra”.
Jesús, dice el Evangelio, había anunciado a sus discípulos la llegada del Espíritu Paráclito; y la Epístola nos muestra el cumplimiento de esa promesa. A la hora de Tercia se apodera del Cenáculo el Espíritu Santo, y un viento huracanado que de repente sopla en torno de la casa y la aparición de lenguas de fuego en el interior, son las señales maravillosas.
Alumbrados con las luces del Espíritu Santo (Oración colecta) y llenos de la efusión de sus siete Dones (Oración secreta), los Apóstoles son renovados y van a renovar el universo entero (Introito, Aleluya). La Misa Mayor, a la hora de Tercia, es el momento en que nosotros recibimos también “el Espíritu Santo que Jesús, subido al cielo, derramó en este venturoso día sobre los hijos de adopción” (Prefacio); pues cada uno de los Misterios del ciclo litúrgico produce frutos de gracia en nuestras almas el día en que la Iglesia lo celebra.
Como decíamos durante el Adviento al Verbo: “Ven, Señor, a expiar los pecados de tu pueblo”, digamos en este tiempo con la Iglesia al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo, hinche los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor”.

Visto en: Una Voce Casablanca Chile

PENTECOSTÉS

 

 

Exposición dogmática
Pascua y Pentecostés, con los 50 días intermedios, se consideraban como una sola fiesta continuada a que llamaban Cincuentenario1. Primero se celebraba el triunfo de Cristo; luego su entrada en la gloria, y por fin, en el día 50, el aniversario del nacimiento de la Iglesia. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés pertenecen al misterio pascual. «Pascua ha sido el comienzo de la gracia. Pentecostés su coronación» dice S. Agustín, pues en ella consuma el Espíritu Santo la obra por Cristo realizada. La Ascensión, puesta en el centro del tríptico pascual, sirve de lazo de unión a esas otras dos fiestas. Cristo, por virtud de su Resurrección, nos ha devuelto el derecho a la vida divina, y en Pentecostés
nos lo aplica, comunicándonos el «Espíritu vivificador». Mas para eso debe tomar primero posesión del reino que se ha conquistado: «El Espíritu Santo no había sido dado porque Jesús aún no había sido glorificado».
Y en efecto, la Ascensión del Salvador es el reconocimiento oficial de sus títulos de victoria, y constituye para su humanidad como la coronación de toda su obra redentora, y para la Iglesia el principio de su existencia y de su santidad. «La Ascensión, escribe Dom Guéranger, es el intermedio entre Pascua y Pentecostés. Por una parte consuma la Pascua, colocando al hombre-Dios vencedor de la muerte y jefe de sus fieles a la diestra del Padre; y por otra, determina la misión del Espíritu Santo a la tierra». «Nuestro hermoso misterio de la Ascensión es como el deslinde de los dos reinos divinos acá abajo; del reino visible del Hijo de Dios y del reino visible del Espíritu Santo».
Jesús dijo a sus Apóstoles: «Si Yo no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; mas si me voy, Yo os le enviaré». El Verbo encarnado ha concluido ya su misión entre los hombres, y ahora va a inaugurar la suya el Espíritu Santo; porque Dios Padre no nos ha enviado solamente a su Hijo encarnado para reducirnos a su amistad, sino que también ha enviado al Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, y que apareció en este mundo bajo los signos visibles de lenguas de fuego y de un impetuoso viento. Vino al mundo para obrar nuestra santificación. «El Padre, dice S. Atanasio, lo hace todo por el Verbo en el Espíritu Santo»; y por eso, cuando el poder de Dios Padre se nos manifestó en la creación del mundo, leemos en el Génesis que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, para prestarlas fecundidad (Bendición de la Pila).
Toda la obra de la salvación, y la santificación de las almas, se opera por la virtud del Espíritu Santo. Él fue asimismo quien habló por boca de los Profetas, y su virtud cubrió con su sombra a la Virgen María, para hacerla Madre de Jesús. Él es, por fin, el que en figura de paloma bajó sobre Cristo al ser bautizado; Él quien le condujo al desierto y le guió en toda su vida de apostolado.
Pero sobre todo ese Espíritu de santidad inaugura el imperio que en las almas va a ejercer el día de Pentecostés, al llenar a los Apóstoles de fortaleza y de luces sobrenaturales. En este Espíritu es bautizada la Iglesia en el Cenáculo, y su soplo vivificador viene a dar vida al cuerpo místico de Cristo, organizado por Jesús después de su Resurrección. Por eso había dicho el Salvador a sus discípulos al soplar sobre ellos: «Recibid el Espíritu Santo.».
Y esto mismo siguen haciendo los sacerdotes cuando administran el Bautismo2.
Este aniversario de la promulgación de la Ley mosaica sobre Sinaí venía a ser también para los cristianos el aniversario de la institución de la Ley nueva, en que se nos da «no ya el Espíritu de siervos, sino el de hijos adoptivos, el cual nos permite llamar a Dios Padre nuestro».
Pentecostés celebra no sólo el advenimiento del Espíritu Santo, sino también la entrada de la Iglesia en el mundo divino3, porque, como dice San Pablo, «por Cristo tenemos entrada en el Espíritu para el Padre».
Esta festividad nos recuerda nuestra divinización en el Espíritu Santo. Así como la vida corporal proviene de la unión del cuerpo con el alma, así la vida del alma resulta de la unión del alma con el Espíritu de Dios por la gracia santificante (S. Ireneo y Clemente Alejandrino). «El hombre recibe la gracia por el Espíritu Santo», escribe Santo Tomás4.
La gracia es la sobrenaturalización de todo nuestro ser y «cierta participación de la divinidad en la criatura racional» (id.). «Cristo se difunde en el alma por el Espíritu Santo»5, el cual tiene por misión consumar la formación de los Apóstoles y de la Iglesia. «Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo cuanto Yo os llevo dicho».
De Él dimanará esa maravillosa fuerza doctrinal y mística, que en todos los siglos se echa de ver, y que estaba personificada en el Cenáculo por Pedro y por María.
El Espíritu Santo que inspiró a los Sagrados Escritores (Pet. 1, 21) garantiza también al Papa y a los Obispos agrupados en torno suyo el carisma de la infalibilidad doctrinal, mediante el cual podrá la Iglesia docente continuar la misión de Jesús, y Él es quien presta eficacia a los Sacramentos por Cristo instituidos. El Espíritu Santo suscita también fuera de la jerarquía almas fieles, que, como la Virgen María, se prestan con docilidad a su acción santificadora. Y esa santidad, triunfo del amor divino en los corazones, se atribuye precisamente a la tercera persona de la Santísima Trinidad, que es el amor personal del Padre y del Hijo. La voluntad, en efecto, es santa cuando sólo quiere el bien; de ahí que el Espíritu, que procede eternamente de la divina voluntad identificada con el bien, sea llamado Santo. Fundiendo nuestro querer con el de Dios, nos va poco a poco haciendo Santos.
Por eso el Credo, después de hablar del Espíritu Santo, menciona a la Iglesia santa, la Comunión de los Santos y la Resurrección de la carne que es fruto de la Santidad y su manifestación en nuestros cuerpos y, por fin, la vida eterna, o sea, la plenitud de la santidad en nuestras almas.
El torrente de vida divina invade como nunca nuestros corazones en estas fiestas de Pentecostés, que nos recuerdan la toma de posesión de la Iglesia por el Espíritu Santo, y que cada año van estableciendo de un modo más cumplido el reino de Dios en nuestras almas.


Exposición histórica
Jesús, antes de subir a los cielos, había encargado a sus Apóstoles no se alejasen de Jerusalén, sino que esperasen allí la promesa del Padre, o sea, la efusión del Espíritu Santo.
De ahí que al volver los 120 discípulos del monte de los Olivos, «recluidos en el Cenáculo, perseveraron todos juntos en oración con las mujeres y María la Madre de Jesús».
Después de esta novena, la más solemne de todas, tuyo lugar el suceso milagroso que coincidió por especial providencia el día mismo de la Pentecostés Judía, para la cual hallábanse reunidos en Jerusalén millares de Judíos nacionales y extranjeros que afluían a celebrar «ese día muy grande y santísimo» (Lev. 23, 21), aniversario de la promulgación de la Ley sobre el Sinaí; por donde muchos de ellos fueron testigos de la bajada del Espíritu Santo.
Eran como las nueve de la mañana, cuando «de repente sobrevino un estruendo del cielo como de un recio vendaval. Y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego que reposaron sobre cada uno de ellos. Y viéronse todos llenos del Espíritu Santo, comenzando a hablar en otras lenguas, a impulsos del Espíritu Santo».
«Revestida así la Iglesia por la virtud de lo alto», comienza ya en Jerusalén la empresa de evangelización que Jesús le encomendara. Pedro, cabeza del Apostolado, empieza por hablar a la multitud y, convertido ya en «pescador de hombres», la primera vez que echa las redes da casi tres mil neófitos a la Iglesia naciente.
Esas lenguas de fuego simbolizan la ley de amor, que será propagada por el don de lenguas, y que, al encender los corazones, los alumbrará y purificará.Los días que siguieron, reúnense los Doce Apóstoles en el Templo, en el pórtico de Salomón, y, a imitación del divino Maestro, predican el Evangelio y sanan enfermos, «creciendo pronto el número de varones y de mujeres que creyeron en el Señor»6. Luego, desparramándose los Apóstoles por Judea, anunciaron a Cristo y llevaron el Espíritu Santo a los Samaritanos7 y en seguida a los Gentiles.


Exposición litúrgica
El día cincuenta después de bajar el Ángel Exterminador y del paso del mar Rojo, acampaba el pueblo Hebreo a la falda del Sinaí, y Dios le daba solemnemente su Ley. Por donde las fiestas de Pascua y de Pentecostés, que recuerdan ese doble acontecimiento, eran las más importantes de todo el año.
Seiscientos años después se señalaba la fiesta Pascual por la Muerte y la Resurrección de Cristo y la de Pentecostés por la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
Entrambas pasaron a ser cristianas siendo las más antiguas de todo el Ciclo litúrgico, que a ellas debe su origen. Se las llama Pascua blanca y Pascua roja.Pentecostés es la fiesta más grande del año después de Resurrección. De ahí que tenga vigilia y octava privilegiada. En ella se leen los Actos de los Apóstoles, porque es la época de la fundación de la Iglesia que en ellos vemos historiada.
En la misa del día de Pentecostés y en la de su Octava, la Antigua Ley y la Nueva, las Escrituras y la Tradición, los Profetas, los Apóstoles y los Padres de la Iglesia hacen eco a la palabra del Maestro en el Evangelio. Todas esas partes se vienen a juntar como se juntan las piedrecitas de un vistoso mosaico, presentando ante los ojos del alma un bellísimo cuadro, que sintetiza la acción del Espíritu Santo en el mundo a través de los siglos.
Y para poner todavía más de resalto esa obra primorosa, la liturgia la encuadra en medio del aparato externo de sus sagradas ceremonias y simbólicos ritos.
Al sacerdote se le ve revestido de ornamentos encarnados, que nos recuerdan las lenguas de fuego y simbolizan el testimonio de la sangre que se habrá de dar al Evangelio, por la virtud del Espíritu Santo.
Antiguamente, en ciertas iglesias se hacía caer de lo alto de la bóveda una lluvia de flores, mientras se cantaba el Veni Sancte Spiritus, y hasta se soltaba una paloma, que revoloteaba por encima de los fieles. De ahí el nombre típico de Pascua de las rosas, dado en el siglo XIII a Pentecostés. A veces también, para añadir todavía otro rasgo más de imitación escénica, se tocaba la trompeta durante la Secuencia, recordando la trompeta del Sinaí, o bien el gran ruido en medio del cual bajó el Espíritu Santo sobre los Apóstoles.
El cristiano respira ese ambiente especial que caracteriza al Tiempo de Pentecostés y recibe una nueva efusión del Espíritu divino. Y para que nada le distraiga del pensamiento de este misterio, la liturgia lo sigue celebrando durante 8 días, excluyendo en ellos toda otra fiesta.
La intención bien definida de la Iglesia es que en estos días leamos y meditemos en cosas relacionadas con el misterio de Pentecostés, empleando para nuestra piedad individual las fórmulas litúrgicas.
¿Qué más hermosa preparación a la Comunión, qué mejor acción de gracias podrá darse que la del atento rezo de la Secuencia de Pentecostés? Es también tiempo muy a propósito para leer los Hechos de los Apóstoles.
El Tiempo Pascual que había empezado el Sábado Santo, expira con la Hora de Nona del Sábado después de Pentecostés.


Tomado del Misal Diario y Vesperal por Dom Gaspar Lefebvre, O.S.B.

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1. La palabra Pentecostés tomada de la lengua griega significa 50.2. Sobre el altar del bautisterio se solía colgar antiguamente una paloma de oro o de plata, imagen del Espíritu Santo, el cual se posó sobre Jesús en el día de su bautismo. En las paredes se veía representada la creación y al Espíritu de Dios fecundando las aguas.3. «El que no renazca en el Espíritu Santo no puede entrar en el reino de
Dios» (Joan. 3).4. Summa 1a 2ae Q. 112.5. San Gregorio, Comentario al Cantar de los Cantares.6. Epístola del Miércoles de Pentecostés.7. Epístola del Martes y Jueves
de Pentecostés.8. Epístola del Lunes de Pentecostés.

Visto en http://www.juventutem.com.ar/

viernes, 25 de mayo de 2012

Primera Misa del Padre Patric D'Arcy

 

La Sociedad de San Hugo de Cluny informa sobre la primera misa de un sacerdote recién ordenado de la Arquidiócesis de Nueva York, el Padre.Patric D'Arcy - originario de Ontario, Canadá. La misa fue celebrada según la forma extraordinaria del rito romano en la Iglesia del Santísimo Sacramento. Usted puede obtener todos los detalles en su sitio (en inglés)

Fuente: New Liturgical Movement

jueves, 24 de mayo de 2012

Cardenal Castrillón: "Tengo grandes esperanzas de una reconciliación completa con los lefebvrianos"

 

 

El cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos presidió durante nueve años la comisión Ecclesia Dei, y siguió de cerca las conversaciones y negociaciones con los lefebvrianos.  En junio de 2009 pasó el relevo al cardenal William Joseph Levada.
Ahora las negociaciones con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X están en un momento clave. Benedicto XVI está analizando la respuesta del Superior General de los lefebvrianos y las objeciones de algunos cardenales.


Card. Darío Castrillón Hoyos: “Hasta donde yo estoy informado, que ya no es de mi competencia, me parece que va con muy buenas perspectivas. Creo que la Santa Sede ha brindado un escenario muy bueno desde el punto de vista litúrgico, institucional de la recepción a ellos y también ha habido una respuesta por parte de monseñor Fellay y los consejeros. Yo tengo grandes esperanzas de que estamos cerca de una reconciliación completa”.

El pasado 16 de mayo, la Congregación para la Doctrina de la Fe declaró no estar satisfecha con la respuesta de monseñor Fellay al preámbulo doctrinal que el Papa le presentó a los lefebvrianos para resolver la fractura con la Iglesia católica.

http://www.romereports.com

La interpretación del Concilio y la renovación de Culto Divino

Magistral conferencia de Mons. Ferrer Grenesche

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El sub-secretario de la Congregación para el Culto Divino, Mons. Juan Miguel Ferrer Grenesche, participó hace pocos días en una Conferencia sobre canto gregoriano, en la cual habló ampliamente de la interpretación del Concilio Vaticano II, de los verdaderos enemigos de dicha asamblea conciliar, de las causas de la crisis post-conciliar y la secularización intra-eclesial, así como también de los desafíos que su dicasterio tiene por delante luego del Motu proprio “Quaerit semper”, de Benedicto XVI, que ha pedido que la Congregación se dedique principalmente a la promoción de la Sagrada Liturgia. El sacerdote español ha afirmado que está en curso la renovación del dicasterio para poder ocuparse orgánicamente de las prioridades asignadas por el Santo Padre. Omitimos traducir la parte referida en particular al canto gregoriano, de la cual se ofrecen amplios pasajes en el sitio Chiesa, de Sandro Magister.

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Todos conocen la insistencia y la centralidad que el Santo Padre Benedicto XVI ha querido reservar durante todo su pontificado a la correcta y auténtica aplicación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

¿Pero se trata realmente de una novedad? De hecho, no. Esta solicitud es, de hecho, manifestación de un natural y lógico interés por parte de los supremos pastores de la Iglesia, que se ha vuelto mucho más urgente cuando, transcurrido un lapso razonable de tiempo, se ha hecho posible hacer un balance de tal recepción, en cuyo surco Benedicto XVI prosigue el ejercicio de conducción del arado apostólico. Juan Pablo I, como es evidente por el nombre mismo por él elegido e inspirado en sus dos últimos predecesores – aquellos que habían convocado y concluido, respectivamente, el Concilio -, se había ya planteado tal objetivo, a pesar de que la brevedad de su pontificado no le haya concedido tiempo para proseguir ampliamente tal compromiso pastoral. Y Juan Pablo II no se ha limitado, de hecho, solamente a recoger el testimonio del nombre de su predecesor sino, sobre todo, a partir del Sínodo extraordinario de 1985, a 20 años del Concilio, ha asumido el objetivo prioritario de asegurar una recepción auténtica del Concilio Vaticano II.

El nombramiento por parte de Juan Pablo II del teólogo Cardenal Ratzinger a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe tiene mucho que ver con tal desafío pastoral. Durante su acción como jefe de la Congregación, Ratzinger reveló y confirmó con los hechos hasta qué punto estaba convencido de que la interpretación y recepción auténtica del Concilio está estrechamente vinculada a la asunción de la continuidad respecto a todo el Magisterio anterior de la Iglesia, lo que él define “hermenéutica de la continuidad”, frente a una bastante frecuente “hermenéutica de la ruptura”, como clave hermenéutica de los documentos conciliares. Serán los documentos sobre la Teología de la libertación ("De theologia liberationis", del 6 agosto 1984: AAS 76 [1984], pp. 876-909) y la declaración “Dominus Iesus” del 6 de agosto de 2000 sobre la unicidad de la salvación ("Notitiae" 36 [2000], pp. 408-437) las piezas más explícitas para mostrar tal impostación. Corresponde, sin embargo, al Catecismo de la Iglesia Católica (1992 e 1997) el rol de documento-clave en este sentido, destinado a tener y a ejercer el mayor peso doctrinal y a suscitar las más amplias repercusiones.

En el libro-entrevista “Informe sobre la fe” (Ratzinger-Messori, 1985), el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al preparar el Sínodo extraordinario, ya tocaba los puntos focales, señalando cómo se hacía particularmente urgente la correcta, es decir, auténtica, relectura de la extraordinaria riqueza de la enseñanza conciliar.

Cada Concilio, en materia de definiciones o afirmaciones de fe, está sujeto a los límites de lo humano y lo contingente. No toda enseñanza del Vaticano II puede, por lo tanto, ni pretende, tener el mismo valor o la misma validez con el pasar de los años. Es, por lo tanto, absolutamente legítimo leer los textos con sentido crítico, siempre que la garantía de una correcta acción pastoral, más allá de cualquier lícito juicio personal o de debate académico, garantice su “obediencia pastoral” al Papa y al Colegio Episcopal reunido en comunión con él, es decir, a la Tradición viviente de la Iglesia. Y para ser más exactos, la enseñanza de los Papas del post-Concilio y el fruto de los trabajos de los diversos Sínodos celebrados en el curso de los últimos cincuenta años nos colocan frente a la certeza que el Magisterio del Concilio Vaticano II continua siendo, en su organicidad, válido, oportuno y necesario para la Iglesia actual.

¿Quiénes son, por lo tanto, los enemigos de la doctrina y de la renovación promovida en la Iglesia por el Concilio Vaticano II? De hecho, la respuesta más clara e inmediata parecería tener que decir: aquellos que, desde el principio, lo han rechazado, considerando su enseñanza inoportuna e imprudente y, todavía más, incongruente y contradictoria con la enseñanza y la disciplina siempre vigentes. Detrás de esta posición se insinúa, de hecho, un juicio – en mi opinión – extremadamente genérico y excesivamente rigorista, que no se puede admitir sin poner seriamente en peligro las verdades de la asistencia del Espíritu y de la promesa de la Providencia, así como aquellas de la autoridad y la infalibilidad de Pedro y sus sucesores.

Sin embargo, la reivindicación de la facultad de ejecución de una lectura crítica sobre algunos puntos concretos de los documentos conciliares – como ya mencioné anteriormente – es plenamente compatible con la noción de obediente aceptación de la enseñanza conciliares, tal como es propuesto y proclamado por los legítimos Pastores de la Iglesia. Por lo tanto, sostengo con plena convicción que los auténticos y más concretos enemigos de la enseñanza del Vaticano II son aquellos que, teniéndolo siempre en los labios o en la mano como un arma pronta a ser lanzada – si bien refiriéndose más a su “espíritu” que a su efectiva y comprobada enseñanza y sin perder ocasión, probablemente para reforzar tal presunto “espíritu”, de reiterar que nos encontramos ya, de hecho, frente a la necesidad de un nuevo Concilio –, lo interpretan como antítesis o ruptura de la enseñanza y de la disciplina precedentes (tesis). Ellos afirman, además, la ilusoria pretensión, aunque astuta, de que tal manipulación o lectura “antitética” del Concilio permita volver a las fuentes de un cristianismo auténtico y primitivo, capaz de implicar mediante su comprensión genial de la realidad y no en virtud de los efectos de nuestra inserción, determinado por la obediencia de la fe, en la línea vital y vitalizante de la tradición eclesial. Son ellos, “neo-gnósticos” en ámbito doctrinal” y “neo-arqueologistas” en ámbito litúrgico, los más peligrosos enemigos del Concilio.

Volviendo, por lo tanto, a las preocupaciones del Magisterio post-conciliar, es necesario inevitablemente señalar la importancia dada al dramático fenómeno del ateísmo en masa, sobre todo práctico, pero en muchos sentidos teórico o doctrinal en su sutil laicismo militante cada vez más encendido.

Luego de las dos últimas guerras mundiales, en el preocupante clima de la así llamada guerra fría, se han afirmado en el mundo algunas poderosas tendencias de pensamiento: por un lado, un realismo materialista privado de esperanza, conocido como existencialismo ateo y centrado en la noción sartreana de “náusea”, y por el otro, la autoproyección consciente de una esperanza intra-mundana transmitida por utopías políticas, como el marxismo, o hedonistas, declinadas en las diversas modalidades del liberalismo radical ético y económico.

La conclusión del Concilio, y sobre todo su primera recepción y aplicación, tienen lugar en este específico clima cultural, prolongándose, con diversas modalidades, hasta nuestros días. Clave de comprensión de la lectura antitética del Concilio está en identificar hasta qué punto, para algunos, las ideologías dominantes, más que la tradición de la Iglesia, han constituido la clave hermenéutica para la interpretación de los documentos conciliares.

¿Cuál es la causa determinante de todo esto?

Probablemente, sobre algunos ha ejercido su peso, por falta de una seria y convicente formación, el deseo inquieto de novedades. Creo, sin embargo, que para la mayor parte se ha tratado de una búsqueda de respuestas a un problema real y urgente, si bien hecho – por decirlo en términos prestados de la medicina – a través de un diagnóstico equivocado y una terapia contraindicada. Ha sido sostenido con autoridad que entre los motivos del alejamiento respecto al cristianismo por parte del hombre contemporáneo están la división o el exceso de separacionismo con que se han explicado y vivido el orden natural y el sobrenatural. El remedio consistía en poner en evidencia la proximidad entre los dos planos y su “continuidad”. De este modo, el hombre contemporáneo habría visto la cercanía del mensaje cristiano y de su propuesta de vida con las propias aspiraciones y los propios proyectos. Pero la propuesta, en cambio, se ha traducido bien pronto en una “secularización” de la vida y de la enseñanza cristiana. Lo que buscaba, por lo tanto, evitar el avance del ateísmo de masa, ha terminado por alimentar el secularismo en la misma Iglesia; y lo que los adversarios consideraban poder introducir con lentitud y dificultad en el pueblo cristiano y frenar en las tierras de misión, ha terminado difundiéndose con inusitada rapidez, precisamente a través de la enseñanza teológica, la predicación, la catequesis, la misión e incluso la liturgia, secularizándolas. Una problemática aún persistente y cuyos nocivos efectos aún hoy sufrimos.

En este contexto debe enterse la llamada de Sínodo de 1985 para que la Iglesia viva de la Palabra de Dios y de la Liturgia y, partiendo de una teología de la Cruz, se esfuerce con dedicación, firmemente unida en la Comunión, en su esencial compromiso misionero. De aquí la insistencia en la importancia de recuperar en la Liturgia el sentido de lo sagrado, es decir, el primado de Dios y de su acción, y una catequesis mistagógica, es decir, inspirada y nutrida por la experiencia sobrenatural vivida en la Liturgia a través de la Palabra y los signos eficaces eclesialmente transmitidos, comprendidos y vitalizados.

En campo litúrgico, la Carta Apostólica “Vicesimus quintus annus” (diciembre de 1988) y la II parte del Catecismo de la Iglesia Católica (octubre de 1992 y agosto de 1997), titulada “La celebración del Misterio cristiano”, marcan la respuesta del Magisterio al respecto y la correcta recepción e interpretación del Concilio. La posibilidad concreta de afrontar y ofrecer una respuesta adecuada e inteligible al ser humano contemporáneo pasa exclusivamente a través de la reapropiación de una identidad cristiana clara y bien definida, que nazca y se alimente de la fuente de la Liturgia y que no ofrezca ni oro, ni plata, sino sólo lo que posee, la salvación de Jesucristo, único Redentor de la humanidad (cfr. Hechos 1, 6), don impredecible, pero que para quienquiera que lo reciba se vuelve respuesta imprescindible y suprema a todos sus angustias más profundas.

Como en el Concilio, tambien en el Magisterio post-conciliar, y en particular en el de Benedicto XVI, la Sagrada Liturgia – divina Liturgia, como se dice en Oriente – asume una importancia fundamental. La Liturgia, de hecho, “opus Dei”, estimula a los creyentes a una experiencia vital de Dios y de su acción a través de la experiencia de la Fe. La Liturgia es, además, operante en la Iglesia, en cuyo seno nacen los “testigos” (mártires) del Evangelio. En la perspectiva, además, de la nueva evangelización, la Liturgia muestra con claridad y fuerza cómo debe ser considerada fuente y culmen de la vida y de la acción de la Iglesia ("Sacrosanctum Concilium", n. 10). En cuanto culmen, está llamada a orientar y precisar el objetivo de la acción pastoral de la Iglesia, que es la santificación de la humanidad, la “gloria de Dios” y la vida eterna; en cuanto fuente, hace comprender la centralidad y el primado de la acción de Dios y el valor que la creación posee en la cooperación y participación en la acción divina, revelando de ese modo sus dimensiones cósmica, social y eclesial, juntamente con su valor apologético en vistas a la presentación de las “realidades” de los contenidos de la fe cristiana al hombre contemporáneo, tan dependiente de lo “concreto” en la línea del positivismo científico.

A partir de esta perspectica, asume una gran importancia el cuidado de la participación en la Liturgia por parte de los fieles (cfr. "Sacrosanctum Concilium", n. 14, y para las implicancias prácticas nn. 15-20). Tal insistencia del Concilio es ampliamente propuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1140, leído a la luz de la entera sección nn. 1136-1186, y en el contexto más amplio del capítulo II, nn. 1135-1206, de la I seccione de la II parte). Benedicto XVI vuelve a proponer el mismo tema fundamental en la expresión “ars celebrandi”, que aparece en la Exhortación Apostólica Post-sinodal “Sacramentum Caritatis”, en los nn. 38.42, que debe leerse en relación con los nn. 52-63 del mismo documento, poniendo en evidencia la extrema importancia e interés que el tema asume en la Iglesia actual.

En este contexto debe entender el Motu Proprio “Quaerit semper”, del pasado mes de agosto (2011), con el cual el Santo Padre Benedicto XVI ha querido ulteriormente concentrar el trabajo de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en sus competencias propiamente litúrgicas, afirmando:

“En las presentes circunstancias ha parecido conveniente que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se dedique principalmente a dar nuevo impulso a la promoción de la Sagrada Liturgia en la Iglesia, según la renovación querida por el Concilio Vaticano II a partir de la ConstituciónSacrosanctum Concilium”.

Las palabras del Santo Padre son muy precisas:

1. Él se refiere a las “presentes circunstancias”, es decir, al amplio contexto cultural y eclesial al que hemos hecho referencia;

2. Dice “principalmente”, en cuanto la Congregación mantiene en sí todas las otras competencias, también de disciplina sacramental, si bien en este ámbito ha cedido amplio espacio al Tribunal de la Rota Romana;

3. Habla de “nuevo impulso” y cita expresamente al Concilio Vaticano II y la “Sacrosanctum Concilium”, poniendo en evidencia de ese modo cómo los nuevos objetivos de la Congregación no comportan ninguna dicotomía con la acción del Magisterio precedente, y en particular con las enseñanzas conciliares rectamente entendidas;

4. Usa el vocablo “renovación”, y no “reforma”, entendiéndolo según lo enseñado por el beato Juan Pablo II en la Carta Apostólica "Vicesimus quintus annus" (nn. 3-4, y en particular el n. 14), en la que afirmaba – citando “Dominicae Cenae”, n-9 – que “es muy conveniente y necesario que continúe poniéndose en práctica una nueva e intensa educación, para descubrir las riquezas de la liturgia” y que, al mismo tiempo, “no se puede seguir hablando de cambios como en el tiempo de la publicación del Documento [es decir, la ‘Sacrosanctum Concilium’] pero sí de una profundización cada vez más intensa de la Liturgia de la Iglesia, celebrada según los libros vigentes y vivida, ante todo, como un hecho de orden espiritual” ("Vicesimus quintus annus", n. 14).

En este sentido, el trabajo de la Congregación debe, en este momento, tener como su prioridad hacer que el pueblo de Dios que vive la liturgia en la forma ordinaria del Rito Romano integre cada vez más la propia plena y fructuosa participación en las celebraciones con una intensa educación y su con su naturaleza de un hecho de orden espiritual. Esto se traduce en una particular atención en asegurar en su interior un correcto cuidado del “ars celebrandi”.

Así también, deberán tenerse bien presentes los parágrafos reservados a este tema por el Santo Padre en la II parte de la “Sacramentum Caritatis”, allí donde se habla de “ars celebrandi” (nn. 38-42) y de "actuosa participatio" (nn. 52-63):

n. 39: El Obispo, liturgo por excelencia. Esto implica una atención particular a la formación, a la consulta y al apoyo por parte de la Congregación en relación al compromiso de cada Obispo y de las Conferencias de Obispos en materia litúrgica.

n. 40: El respeto de los libros litúrgicos y la riqueza de los signos. Esto comprende una primera fase de renovado empeño en el tratamiento de las “ediciones típicas” y, en un segundo momento, de garantía respecto a su correcta traducción y a su correcto uso, junto a un esfuerzo tendiente a poner adecuadamente en sentido, luz y valor, los signos litúrgicos según las rúbricas, las Praenotanda de los diversos libros litúrgicos y el “Caeremoniale Episcoporum” en su calidad de libro que, asumiendo la liturgia episcopal como modelo, constituye la expresión más completa de la Liturgia romana.

n. 41: El arte al servicio de la celebración. Esto exige que la Congregación se dedique con un empeño cada vez mayor a la definición y a la promoción de aquellos aspectos que deben ser entendidos como parte integrante de la Liturgia, como el lugar, el espacio, los utensilios y los ornamentos para la celebración.

n. 42: El canto litúrgico. Una necesaria y particular atención debe reservarse a la música y al canto para la liturgia, parte privilegiada del arte litúrgico, en la óptica de una recuperación de la especial atención que ella merece por parte de la Congregación.

nn. 52-63: La participacion activa. Esta sección del documento pontificio obliga a la Congregación, en acuerdo con los otros Dicasterios de la Curia Romana, a proveer de modo especial en garantizar una correcta formación del clero y de los fieles en campo litúrgico, como elemento fundamnetal para una verdadera vida de cristianos y al desarrollo de la propia vocación específica en la Iglesia. Al mismo tiempo, implica una consideración cada vez más profunda de los temas urgentes de la traducción y, en particular, de la inculturación, partiendo de la perspectiva teológica y pastoral de facilitar la participación en la liturgia, más que de cualquier consideración de naturaleza socio-política o fundamentalmente intelectual, como aquella del “derecho de los pueblos”. Al mismo tiempo, la prioridad asignada a la pastoral litúrgica induce, siempre en una pesrpectiva inter-dicasterial, a tener presentes los importantes desafíos tanto ecuménicos (n. 56), como en el campo de la pastoral y de la caridad (n. 56) y de las pastoral general (nn. 57 y 61-63).

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Fuente: Chiesa

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

 

Texto completo de la Conferencia de Mons. Juan Miguel Ferrer

Fuente: InfoCatólica

miércoles, 23 de mayo de 2012

Card. Brandmüller: “Aquellos que se oponen a las posiciones expresadas por el Concilio, aún permanecen dentro de la iglesia”

POR ANDREA TORNIELLI

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"El Concilio Ecuménico Vaticano II no puede considerarse como aislado, sino que debe leerse en su contexto histórico. Usted no puede interpretarlo aparte de lo que lo ha precedido...". El Cardenal Walter Brandmüller, historiador de la iglesia, así comenzó la Conferencia de prensa de presentación del libro "Las Claves" del Papa Benedicto XVI en el Vaticano II, un folleto escrito junto con el arzobispo Agostino Marchetto y el teólogo don Nicola Bux, que pretende presentar el evento religioso más importante del siglo XX segun la "hermenéutica de la continuidad de la reforma» propuesto por el Papa Ratzinger. 

    La presentación tuvo lugar ayer en la Radio del Vaticano y fue moderada por el padre Federico Lombardi, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. "Si un teólogo, para interpretar el Concilio Vaticano II, se limita sólo a los documentos, sin tener en cuenta el contexto histórico, podría no hacerlo correctamente", agrega Brandmüller, ya que son textos destinados para la Iglesia y el mundo en el momento de su formulación. Según el Cardenal alemán, ex Presidente de la Comisión Pontificia de las Ciencias Históricas, el enfoque histórico teológico permite preservar al Vaticano II de una ideologización.
    Brandmüller respondió a una pregunta sobre el diálogo de la Santa Sede con la Fraternidad San Pío X: "justamente la lectura del Concilio está en la base de la fractura con los lefebvrianos". Y explicó que se debe "tener en cuenta el carácter canónico diferente de los documentos conciliares". "Hay una gran diferencia -el cardenal continuó- entre las constituciones conciliares y declaraciones, como 'Dignitatis Humanae' sobre la libertad religiosa, que no tienen un contenido doctrinal vinculante. Debe tomarse en serio, como una expresión del magisterio vivo, pero sin obligar a toda la Iglesia a aceptar el texto con el que se expresan ". Brandmüller también admitió que algunos textos conciliares fueron superados por su demasiado optimismo.
    El Arzobispo Marchetto, diplomático, ex Secretario del Consejo Pontificio para los Inmigrantes de la Santa Sede, pero también historiador de la Iglesia y estudioso del Concilio, destacó la continuidad del Concilio Vaticano II con los Concilios que le precedieron, explicando que las "claves de lectura que Benedicto XVI propone en el libro son de hermenéutica correcta y de fe". El arzobispo dijo que los documentos del Concilio Vaticano II "han sido descontextualizados respecto a la Tradición, destacando la renovación y olvidando los elementos de continuidad. Así se transformó el Concilio en un super-dogma,  como ha dicho el entonces Cardenal Ratzinger a un grupo de obispos".
Marchetto hizo ver que muchas lecturas del Vaticano II han pasado por alto la cuestión del consenso, fruto del contraste y la comunión entre los padres. Fue particularmente importante el papel desempeñado, en este sentido, por el Papa Pablo VI, quien intervino varias veces para asegurarse de que los documentos conciliares se aprobaran casi por unanimidad. «El consenso y el compromiso como un punto de equilibrio y síntesis, sobre cuestiones relacionadas con la doctrina preliminar, era importante. Y las nuevas adquisiciones -destacó- no son inmutables en sí».

El Arzobispo, respondiendo a una pregunta acerca de los lefebvristas y sus críticas a algunos documentos conciliares, reafirmó el valor de los textos del Vaticano II y añadió: "aquellos que se oponen a las posiciones expresadas por el Concilio, aún permanecen dentro de la iglesia. El diálogo con el lefebvrismo debe tener en cuenta lo que hoy es la realidad de la iglesia". Una referencia al disgusto de los progresistas. Marchetto sin embargo ha reiterado que la Fraternidad San Pío X, para estar en plena comunión con Roma, debe aceptar el Concilio en su totalidad, aunque esto no significa que no se puedan discutir fórmulas individuales de documentos individuales.

Fuente: Vatican Insider

Forma Extraordinaria en Tucumán

 

 

Por mandato de Monseñor don Alfredo Zecca, Arzobispo de San Miguel de Tucumán, a partir del próximo 26 de Mayo, a las 19 horas, comenzará a oficiarse la Santa Misa tradicional en el Altar Mayor de la Santa Iglesia Catedral de San Miguel de Tucumán, cada sábado. El celebrante será el reverendo fray Guido Casillo O.P.

Fuente: Acción Litúrgica.

Tercer recital de piano en la Catedral

 

Recital piano

 

Estimados amigos:

El próximo miércoles 23 de mayo tendrá lugar el tercer recital de piano del Ciclo de conciertos 2012 que organiza la Fundación Catedral.

En esta oportunidad escucharemos al pianista José Azar, ganador del Concurso Nacional de Piano “Fundación Catedral” 2011, interpretando obras de Schubert y Chopin.

Se llevará a cabo en el Auditorio "San Francisco de Asís" de la Catedral (Av. 51 e/ 14 y 15), y dará comienzo a las 20.00 hs. (nuevo horario)

La entrada es libre.

Esperamos contar con la grata presencia de cada uno de ustedes.

Cordialmente,

Dra. Miriam Moralejo Ibañez de Salaberren

Presidente Fundación Catedral

El Rito Extraordinario: como un niño ante un regalo

Por Bruno Moreno

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A veces me gusta imaginar, con cierta envidia, a alguien que, por ejemplo, nunca haya contemplado una puesta de sol, no haya leído ningún libro de Chesterton o no haya visto el mar y aún pueda saborear estas cosas por primera vez. La novedad nos permite ver las cosas con una mirada limpia y agradecida, disfrutarlas sin darlas por hecho y descubrirlas como lo que son: un regalo que no merecemos. Conforme uno va acumulando años, este tipo de cosas se hacen menos frecuentes y la mayoría de las alegrías y placeres van pasando a la categoría de viejos amigos, que confortan pero no suelen sorprendernos.

Cuento todo esto porque, el sábado pasado, tuve ocasión de estrenar una alegría completamente nueva para mí: la Misa tradicional del rito extraordinario. Viajé a Sevilla con mi mujer y pude asistir a la Misa gregoriana solemne que se celebró en la ciudad del Guadalquivir. Como nunca había participado en una Misa tradicional, según el rito anterior al Concilio Vaticano II, tuve la oportunidad de observarla y participar en ella con ojos nuevos, sin el adormecimiento de la rutina. Con la ilusión de un niño ante un regalo inesperado.

Puesto que ya otros han descrito los detalles concretos de la celebración, me limitaré a relatar mis propias impresiones. Mi primera sensación fue estética, como es lógico. La Misa se celebró en la parroquia de San Bernardo de Sevilla. Como suele ser el caso con las iglesias andaluzas, está pintada por dentro y por fuera de colores alegres y luminosos. Es un templo precioso, barroco-neoclásico, del s. XVIII, con un estupendo retablo en el altar mayor y varios altares laterales.

Durante la Misa, me di cuenta de algo evidente, pero que nunca había pensado: la inmensa mayoría de las iglesias católicas, es decir, aquellas con más de sesenta años de antigüedad, han sido construidas pensando en este rito. Desde los retablos hasta los altares, desde la puerta hasta las bóvedas, todo fue diseñado por el arquitecto para servir a esta liturgia en particular. Es propia del rito extraordinaria hasta la misma disposición de los templos, que miran siempre hacia Oriente y cuyas líneas arquitectónicas predisponen a todos los que participan, incluido el sacerdote, a mirar en todo momento hacia Cristo. Los santos de los altares laterales, tan habituales en las iglesias católicas, son la clara imagen de la Iglesia triunfante que participa también de la celebración junto con los fieles. El incienso, que se eleva por el retablo, desde el altar hacia las imágenes de la Trinidad, lleva consigo las oraciones de los santos, como cuenta el Apocalipsis.

Cuando uno asiste a la Eucaristía del rito ordinario en una iglesia antigua, se tiene la sensación inconsciente de que hay algo, en cierto modo, “desenfocado” o “desequilibrado”, en el sentido de que la arquitectura y el rito que se celebra tienen enfoques distintos. En cierto modo, es como si se celebrase una liturgia oriental en una iglesia occidental o viceversa: el iconostasio estaría siempre en medio o constantemente se notaría su ausencia. Al igual que algunas iglesias modernas están pensadas para la liturgia actual (y otras están diseñadas por personas totalmente ignorantes de lo que es la liturgia católica), las iglesias anteriores a 1960 piden a gritos el rito extraordinario.

El segundo aspecto que me llamó la atención tiene que ver con el papel del sacerdote. A la Iglesia anterior al Vaticano II se la suele acusar, con más o menos razón, de clericalismo. Sin embargo, me sorprendió comprobar que el rito extraordinario es infinitamente menos clerical que el ordinario. El centro de la celebración nunca está en el sacerdote. No se busca un encuentro con él, sino de todos con el Señor. En los momentos esenciales, todos tienen fijos los ojos en Aquel que inició y completa nuestra fe, Cristo Jesús… que está sentado a la derecha del trono de Dios.

La Misa fue celebrada por el Superior del Instituto de Cristo Rey, Mons. Giles Wach, que luego pronunció una excelente conferencia en un hotel cercano, pero lo cierto es que no hubiera importado nada que el celebrante fuese el último curilla recién ordenado de un seminario desconocido de Zimbabwe. La Misa no es una conferencia y no estábamos allí para verle a él, sino que tanto él como nosotros buscábamos encontrarnos con el Señor y eso se reflejaba en las posturas y los gestos litúrgicos. Al ver al sacerdote vuelto hacia Oriente, mirando al Señor como todos los demás, se acuerda uno de aquellas palabras de San Juan Bautista: Conviene que yo disminuya, para que él crezca.

El rito ordinario, en cambio, tiene el claro peligro de que el sacerdote se convierta en un “showman” o un animador, que entretiene a la audiencia mediante su simpatía, su sabiduría o incluso su piedad y santidad. Los fieles nos hemos habituado, por desgracia, a esta comprensión errónea del papel del sacerdote en la liturgia. El mismo hecho de que a menudo se diga despectivamente que el sacerdote, en el rito extraordinario, está “de espaldas” al pueblo muestra hasta qué punto nos hemos acostumbrado a que lo esencial de la Misa sea el diálogo con el sacerdote, en lugar del diálogo con Dios, de la participación en la entrega de Cristo al Padre por todos nosotros.

He dejado para el final lo que más me gustó, porque precisamente fue aquello que yo pensaba que más me iba a disgustar. En muchas ocasiones había oído criticar la Misa tradicional por el hecho de que, mientras el sacerdote está realizando algún rito en particular, los fieles pueden estar haciendo otra cosa: ya sea seguir las oraciones de la Misa en su propio misal, dirigirse personalmente a Dios o incluso rezar una novena o el rosario. Yo soy una persona muy racional y tanía la impresión de que este “desorden” no podía ser nada bueno.

El rito ordinario, en el que el sacerdote y los fieles siempre están haciendo lo mismo y diciendo o escuchando lo mismo, en el que prácticamente no hay silencios y en el que los fieles tienen un itinerario marcado con precisión para su participación es, quizá, más racional y “eficiente”, pero también mucho menos libre. La liturgia del Concilio Vaticano II es más propia del hombre moderno: es eficaz y utilitaria, y cada elemento tiene una finalidad clara e inmediata. En cambio, el rito extraordinario tradicional es mucho más pausado y está pensado para dejar sitio al Misterio insondable e inabarcable de Dios, introduciéndonos en él por el culto, la oración y la alabanza al Padre al Hijo y al Espíritu Santo.

Me encantó cómo cada uno de los fieles participaba en el Sacrificio con su propia oración, diferente y adecuada a sus circunstancias personales. De alguna forma, todas esas oraciones se unían en una única ofrenda al Padre, que es Cristo su Hijo, entregado por nosotros. Me pareció estar viendo a la propia Iglesia Católica, llena de santos y de pecadores, de personas que corren al encuentro de Dios y otros que se acercan lentamente, de sabios e ignorantes, de vírgenes, casados, doctores, contemplativos, viudas y sacerdotes. Todos diferentes, pero cantando un solo canto nuevo al Padre, como una sinfonía compuesta por melodías diferentes pero armoniosas. Me atrevo a decir que, en este aspecto, la liturgia tradicional es mucho más “moderna y progresista”, en el buen sentido de estas palabras, que el rito ordinario.

Ni que decir tiene que todo esto no quiere decir que yo rechace la Misa de Pablo VI. Al contrario. He recibido la fe con la liturgia del rito ordinario y a través de ella he conocido la Tradición permanente de la Iglesia. Creo, sin embargo, que no debemos olvidar que el misal del rito ordinario está aún en sus orígenes. Desde nuestro punto de vista, los cincuenta años transcurridos desde el Concilio Vaticano II pueden parecer un largo tiempo, pero ante los ojos milenarios de la Iglesia no son más que un instante, como un ayer que pasó, una vela nocturna. Con el correr del tiempo, la acción de los Papas, la participación de los fieles, el estudio de los teólogos y la aportación de los Santos, el rito ordinario se irá enriqueciendo y afinando como sucedió con el rito extraordinario.

El Papa Benedicto XVI ha dado en el clavo al sugerir que ambas formas del rito deberán enriquecerse mutuamente. Quizá otro día podríamos discutir la manera en que podría darse este enriquecimiento mutuo. Hoy, sin embargo, me voy a limitar a dar gracias a Dios por la Iglesia, que ha preservado este tesoro de la Misa tradicional, para enriquecimiento, santificación y alegría de sus hijos.

Fuente: InfoCatólica

Card. Cañizares: Tenemos necesidad de un nuevo impulso litúrgico

 

 

La edición diaria en italiano de L'Osservatore Romano, May-23-2012, pág 7, presenta el artículo “Sin la Liturgia no hay Nueva evangelización” del Card. Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos. Dice el artículo en su párrafo final.

En definitiva, si queremos una Iglesia evangelizadora, presente en el mundo, innovándola y transformándola conforme a la voluntad de Dios, como indica en modo emblemático la Gaudium et Spes en el exigir una nueva evangelización, es necesario primero que todo, y por encima de todo, que la Iglesia viva lo que implica laSacrosanctum Concilium, o sea la liturgia en su verdad, cuyo culmen es la Eucaristía. Por lo tanto, la nueva evangelización se hará si, al mismo tiempo e inseparablemente, se promueve y reaviva un nuevo impulso litúrgico en grado de hacer revivir fielmente la verdadera herencia del concilio Vaticano II. Tenemos necesidad, una gran necesidad, de este nuevo impulso. Así piensa Benedicto XVI, un hombre tan providencial en nuestros días, tan profundamente empeñado, como otros pocos, en dar impulso a la nueva evangelización y para hacer posible una humanidad nueva hecha de hombres nuevos, una nueva cultura y un mundo nuevo, digno del hombre —criatura de Dios— testimonio, así como una esperanza “grande”. Este Papa está claramente haciendo de la liturgia uno de los rasgos más ricos y heraldo de esperanza de su pontificado.

Visto en Secretum Meum Mihi

Promesa del Espíritu Santo: El odio del mundo

Sermón de Leonardo Castellani.

 

Promesa del Espíritu Santo. El odio del mundo. (1963)

“Entonces el Señor dijo a los discípulos: "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testi­monio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expul­sarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. No os dije esto desde el principio porque estaba yo con vosotros”. (Jn. 15,26 - 16,4)

El Evangelio es una partecita del final del Sermón Despedida o Sermón Testamento de Cristo, dicho en la Ultima Cena; y quizás una parte en el camino del Cenáculo al monte Oliveto: trata de la Per­secución.

Después de prometerles de nuevo, por tercera o cuarta vez, la venida y la asistencia del Espíritu Santo a fin de que pudieran dar testimonio de Él, Cristo predice a sus Apóstoles, también por tercera o cuarta vez, la Persecución. Ya durante su vida les había dicho:

“Si a Mí me han perseguido,

a vosotros os perseguirán:

no es el siervo mayor que el Señor

ni el discípulo mayor que el Maestro”[1].

La Persecución es la ley de la Iglesia: es la carga que debemos llevar, y debemos hoy mirarla de frente. Ella muestra que la Iglesia es una cosa sobrenatural, supramundana; de otro modo no se enten­dería que hombres honrados, buenos y aun santos, lo mejor que hay en la Humanidad, sean odiados con tan extraña saña, a veces hasta el asesinato, a veces de adentro de la Iglesia y no solamente de afuera, como vemos en el curso de veinte siglos. La historia de la Iglesia hace buenas estas palabras de Cristo, y ellas indican tanto la persecución de dentro como la de fuera: “Os echarán de las sinagogas —o sea, os excomulgarán—; y llegará la hora en que todo el que os dé muerte creerá hacer un servicio a Dios”.

La historia nos muestra la persecución a los buenos cristianos vigente siempre; no a todos los cristianos, por cierto; no a los cris­tianos solamente de nombre, los cuales no sufren e incluso a veces sirven de idiotas útiles a los impíos. San Pablo dijo: “Todo aquél que quiera vivir fielmente conforme a Cristo Jesús, sufrirá persecución”[2]. No dijo: “Todos los bautizados”; dijo: “Todos los piadosos”[3].

Apenas resucitado Jesucristo, se desencadena la persecución en Jerusalén: el protomártir San Esteban[4] y los dos Santiagos fueron muertos cruelmente por los judíos: Santiago el Menor, que fue primo de Jesús[5], y Santiago el Mayor, hermano mayor de Juan Evangelista, el Santiago de los españoles. Muchos españoles creen fue martirizado en España, pero es inexacto, pues por las Escrituras consta que lo hizo degollar Herodes en Jerusalén[6]. La tradición cuenta que estuvo en España, y eso puede ser —y que su cuerpo reposa en Galicia; y esto último es seguro: hay allí en la capital de Galicia un santuario inmemorial, adonde toda Europa concurría en peregrinación durante la Edad Media, atraída por los frecuentes milagros: de donde toda­vía a la Vía Láctea llamamos “el Camino de Santiago”. Los demás Apóstoles no tuvieron mejor (o peor) suerte: todos fueron martirizados en diferentes partes del mundo: San Juan Evangelista murió en su cama a los 100 años de edad, pero fue martirizado en vida dos veces casi hasta la muerte. Los fieles de Jerusalén fueron despojados de sus bienes, muchos dellos encarcelados y azotados, como San Pablo dos veces; los Apóstoles tuvieron que salir y disper­sarse por todo el mundo —para bien del mundo.

Poco después suceden las diez sangrientas y satánicas persecucio­nes romanas, donde fueron muertos, casi siempre con exquisitas torturas, millones de fieles; no miles sino millones; los mismos im­píos modernos, que quieren rebajar el número de los mártires (como Gibbon, por ejemplo), no se animan a bajar del millón; y hoy día existe en el mundo la persecución más grande que ha existido nunca, por lo menos en extensión: no solamente en la inmensa extensión “detrás del Muro de Acero”, sino también en países católicos, como Cuba, Haití y Méjico. En Méjico las leyes de Calles están vigentes, aunque no urgidas del todo, por miedo al pueblo; pero si la policía encuentra una beba que va a la escuela de las monjas con un catecis­mo en la valijita, el padre es multado; si un sacerdote anda de sotana, es multado; si uno edifica una iglesia, es multado; y las iglesias pertenecen al Gobierno (Padre Raúl Entraigas).

La persecución de adentro consiste sobre todo en los cismas y en las herejías, y también en los “falsi fratres” o falsos hermanos, de cuya persecución solapada y traidora se queja San Pablo[7]; o sea, los católicos fingidos, que ya existían en tiempo de San Pablo. Hace unos días, estando yo en San Juan, un párroco pronunció un vehe­mente sermón contra el diario Tribuna y contra mí en presencia de las delegadas de la Acción Católica de toda la Provincia; incluso de la dueña del diario, que salió de la Asamblea medio muerta.

El joven franciscano español dijo prácticamente que era un peca­do para un católico leer el diarioTribuna y que al tal Castellani había que encerrarlo, porque estaba haciendo mucho daño. La causa fue un artículo titulado “La Decadencia de España”, que está lleno de amor y respeto a España y habla de la decadencia del siglo XVIII, que es un hecho histórico, y del actual resurgimiento; pero el buen fraile no leyó más que el título[8]. Yo le presenté mis excusas en el mismo diario, diciendo que el artículo quizás era inoportuno en San Juan; pero él siguió en sus trece: “Me ratifico en todo lo que he dicho: dígaselo Ud. a su esposo y dígaselo al Obispo”. Se hizo una tormen­ta en un vaso de agua; la cual paró el Arzobispo Audino[9], que es muy honrado hombre.

Yo no digo que éste sea un falso hermano ni que ésta sea “per­secución”; fue más bien una equivocación; pero al que recibe el chumbo de la equivocación, no le hace mucha gracia; y de no haber habido un Obispo muy sensato, podía haberme costado caro. Lo traigo solamente como ejemplo cómico de lo que puede suceder dentro de la vida cristiana.

En los países católico-liberales, como el nuestro, la persecución está velada, pero existe: y aunque no sea sangrienta, es muy perni­ciosa, porque ataca las almas. La Masonería trabaja asiduamente (¡y con qué éxito!) en tapar a los escritores católicos[10], en silenciar a los buenos sacerdotes y hacer fiestas a los tarambanas, en desacreditar y derribar a los gobernantes católicos (recuerden a Lonardi) y en impedir se enseñe la Religión en las escuelas, aunque la mayoría de los padres lo desee: ésta es persecución de la peor especie; y esta persecución hipócrita puede traer la otra, la persecución abierta —de la cual hemos visto un ejemplito en 1955.

Así que hemos de mirar de frente nuestro destino: todos los que quieran ser buenos cristianos, toparán contrastes y dificultades en el mundo por el hecho de ser cristianos; porque van a contracorriente de la correntada del mundo. “Este amigo nuestro, o compañero de oficina, o de cuartel (o de lo que sea) es un poco raro. ¡Cuidado con él! Comulga cada semana, se aparta de todas las ‘farras’, da limosnas que no pegan con lo poco que gana, anda mucho con los curas; es un hombre secreto; lleva un secreto consigo. ¡Cuidado con él! No es como nosotros...” Esto es lo menos que puede pasarle a un cristiano hoy día.

“Secretum meum mihi”[11]. Mi secreto para mí. Pero todo secreto es sospechoso. Mi secreto es mi fe, mi vida interior; a nadie se la puedo contar del todo —a Dios solamente y Jesucristo. “Et vita vestra est abscondita cum Christo in Deo”: Y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios[12].

R.P. Leonardo Castellani, Sermón en la infra-octava de la Ascensión del Señor, “Domingueras prédicas II”, Ediciones Jauja, 1998.

 


[1] Juan 15, 20; Mateo 10, 24.

[2] II Timoteo 3, 12.

[3] El gran exégeta Erik Peterson observó que ciertos espíritus filantrópicos pretenden reducir a puros malentendidos todo lo que sucede en este mundo. Según ellos, Jesucristo fue crucificado y los Apóstoles condenados a muerte por un simple equívoco. Estos mismos hombres, en la hora en que el martirio retorna para la Iglesia, tienden a reducir todo a un juego de incomprensiones.

Así, por ejemplo, el jesuíta Ignacio Pérez del Viso aprueba calurosamente a quienes buscan “tender puentes entre la Iglesia y aquellas logias masónicas (que trabajan por) las causas de la humanidad, como la paz mundial y la defensa de los derechos del hombre”, y recuerda que tales diálogos comenzaron al fin de la Primera Guerra Mundial (“Católicos y Masones”, en “La Nación”, 26-VIII-98, p. 18).

La supuesta amplitud de espíritu hace que estos “cristianos” consideren triunfos las derrotas de quienes defienden la fe y así se levanten como profetas del Gran Amanecer Rosado, “un amanecer que, generalmente, parece más rosado la noche antes que la mañana siguiente” (G. K. Chesterton, “Las Fiestas y el Asceta”, en“The Thing”).

[4] Hechos 7, 55-60.

[5] En el año 62 y por orden del Sumo Sacerdote Anán, Santiago fue arrojado del pináculo del Templo de Jerusalén, y luego lapidado y apaleado.

[6] Hechos 12, 2.

[7] I Corintios 11, 26; Gálatas 2, 4.

[8] En el artículo mencionado Castellani señala el influjo del “barroquismo religioso” -la exterioridad religiosa, la fe sustituida en parte por la Propaganda, una moral a veces más pagana que cristiana- en la decadencia española, que se hizo visible en los siglos XVII y XVIII: “Releyendo durante esta ‘gripe’ los dramas de Calderón, ese decaimiento salta a los ojos: supuesto que Calderón no fantasea sino que retrata. La moral de Cristo está en el fondo, pero falseada por bárbaros prejuicios godos. Y la responsable última es la religión entiesada y esclerótica. Basta ver las ‘aprobaciones’ de sus obras, dadas por eclesiásticos a veces eminentes, como el poeta Josef de Valdivieso”.

“Las vidas de santos teatralizadas muestran otro gran desvío; como ‘El Príncipe Constante’, ‘El Mágico’ y tantas otras. No son santos reales, por decirlo de una vez: están compuestos cerebralmente con conceptos y lugares comunes de libros piadosos. Ellas hormiguean de milagros. A veces pueriles; y más bien que cristianismo evangélico, muestran en sus héroes una especie de estoicismo fanfarrón revestido de beaterías”.(“La Decadencia de España”. Abreviado)

“No se niega con esto la admirable grandeza de la España del Siglo de Oro: el que tuvo, retuvo” (“La Argentina Bolchevique”, en “Nueva Crítica Literaria”, Dictio, Bs. As., 1976, p. 369).

[9] Mons. Audino Rodríguez Olmos.

[10] Ver “Domingueras Prédicas”, Homilía del Domingo Noveno después de Pentecostés.

[11] Isaías 24, 16 (Vulgata).

[12] Colosenses 3, 3.

Visto en Stat Veritas

martes, 22 de mayo de 2012

Monseñor Aguer lanza la alerta contra la brujería, los videntes y el esoterismo New Age en la TV

"Muchas de esas supersticiones son la puerta de entrada a compromisos más exigentes, que arriesgan a los incautos a quedar atrapados en una secta".

aguer3 En su habitual reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” que se emitió el sábado último por América TV, monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, advirtió que en el pasado siglo XX se verificó un fenómeno curioso: “por un lado arreció el secularismo, es decir, se impuso una manera de organizar la vida personal, familiar y social como si Dios no existiera. En la cultura han ido como entrando en eclipse los signos de la transcendencia, los signos de la presencia de Dios”.

Pero por otra parte, sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado, “se ha ido extendiendo unmovimiento espiritualista, pseudo religioso. Pseudo en griego quiere decir falso, porque se trata de una cosa rara que configura una falsificación religiosa. Es decir, un movimiento cultural en el que se mezclan la reminiscencia de viejos paganismos, una fascinación por las religiones del antiguo oriente, elementos de la magia, de la brujería, de las técnicas adivinatorias y del esoterismo. Todo eso se llamóNew Age, el movimiento de la Nueva Era”.

 

Puerta de entrada a las sectas
Comentó que en las grandes ciudades se encuentran “centros de meditación trascendental, de estudios teosóficos, disciplinas ‘transversales’ en las que se confunden las pseudociencias con la autoayuda y otras cosas por el estilo. Ahora es frecuente la difusión de todos estos “macaneos” en programas de televisión que saturan los mejores horarios de la noche”.

“Muchas de esas supersticiones son la puerta de entrada a compromisos más exigentes, que arriesgan a los incautos a quedar atrapados en una secta”.

“Ha ocurrido muchas veces precisamente eso, que el inocente coqueteo con esas pseudo-religiones lleva a una persona a ser víctima de una especie de lavado de cerebro, de secuestro espiritual en una secta, de la cual es muy difícil salir”.

 

Cultos umbanda y el demonio
“Una advertencia seria -enfatizó- cabe respecto de los cultos umbanda, que incursionan en el campo de lo demoníaco y han llevado a muchas personas a quedar bajo la obsesión o bajo la posesión diabólica. ¡Con estas cosas no se juega!”.

“Lo que quiero decir, a propósito de todo esto, es que la religiosidad del hombre si no se ajusta a la fe, a una fe verdadera, corre el riesgo de desviarse y de convertirse en mera superstición. Me refiero a la actitud religiosa fundamental, a la necesidad religiosa del ser humano que como creatura está inclinado a vincularse con el Creador”.

También indicó que “en el régimen cristiano, en el orden de la fe cristiana, la virtud de religión es distinta de la virtud de la fe; por eso es importante que esté iluminada continuamente por la fe, que esté sostenida por la esperanza y que esté animada por la caridad. Es decir, tiene que haber una relación estrecha entre la religiosidad, que es propia de una virtud moral y el orden teologal, el orden de las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad”.

Precisó que presentaba esta reflexión “para advertir a muchos fieles que a lo mejor porqueno tienen una formación suficientemente sólida, aquilatada, entonces van a la iglesia pero también frecuentan a lo mejor un culto cristiano-evangélico, o se vinculan con uno de esos grupos extraños de religiosidad tipo New Age, con el peligro de verse atrapados por una secta. Practican esas alternativas indistintamente, como si todo fuera igual. Así dilapidan la posibilidad de una auténtica relación con Dios, la que nos ofrece la religión cristiana cuando está guiada por una fe viva”.

En el final de su reflexión televisiva, Mons. Héctor Aguer, manifestó que “la religiosidad natural del hombre debe pasar a través de la puerta de la fe. La fe nos introduce en el vasto especio espiritual de la verdad católica, nos ofrece la experiencia de la gracia en la liturgia de la Iglesia, en la recepción de los santos sacramentos y nos inserta en una comunidad cristiana, que no es una secta sino que es la Iglesia Católica, la comunión de los santos, que se hace concreta en la parroquia, en la capilla, en una pequeña comunidad de barrio”.


La solución está en una buena formación
“Como conclusión de estas reflexiones es importante destacar el valor de una formación cada vez más amplia y más profunda en los contenidos de la fe cristiana. Poseemos un instrumento para ello, sólido y actualizado, que es el Catecismo de la Iglesia Católica, de cuya publicación se cumple este año el vigésimo aniversario. Valga esta mención como un estímulo, como una invitación para todos ustedes”, culminó.

Mons. Marchetto: “Aún prevalece la hermenéutica de la ruptura: hay mucho trabajo por hacer”

 

 

“La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar”. Con estas palabras Benedicto XVI, en su discurso del 2005 a la Curia Romana, advertía sobre la confusión que podía nacer de una interpretación particular del Concilio Vaticano II. Hoy, cuando la Iglesia se prepara a celebrar los 50 años de aquella asamblea, inaugurada el 11 de octubre de 1962 por Juan XXIII, ha sido presentado en la Radio Vaticana el libro “Las claves de Benedicto XVI para interpretar el Vaticano II”, escrito por el cardenal Walter Brandmuller, por el arzobispo Agostino Marchetto y por mons. Nicola Bux. Presentamos la traducción del blog La Buhardilla de Jerónimo de una entrevista al Arzobispo Marchetto.

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¿Cuáles son las claves para interpretar el Vaticano II en la visión de Benedicto XVI?

La primera clave había sido ya delineada antes que el cardenal Ratzinger se convirtiera en Papa: estamos en la línea de la interpretación, de la hermenéutica de la reforma en la continuidad. El Papa, en su famoso discurso del 22 de diciembre de 2005, añade que la otra interpretación, es decir, la de la ruptura y la discontinuidad, ha creado confusión y dificultades. Entonces, el Santo Padre nos ha dado la clave de la correcta interpretación del Concilio, que había preocupado ya a Pablo VI. Otra clave que ahora se ha añadido – y estaba también implícita – es aquella de la visión a la luz del Año de la Fe. La otra clave de interpretación del Concilio, por lo tanto, es la fe: debemos tener presente que no se puede comprender la Iglesia si no se la mira con los ojos de la fe, si no aceptamos la presencia del Espíritu, de modo particular, por ejemplo, en un Concilio ecuménico. Nosotros, con este libro, tratamos de hacer ver que hay también una base científica que apoya esta interpretación del Santo Padre.

 

Usted ha citado el Año de la Fe. En octubre de 1962, la apertura del Concilio Vaticano II: este año es el 50º aniversario. La celebración tiene lugar en coincidencia con el Año de la Fe y con el Sínodo para la nueva evangelización: ¿De qué coincidencia se trata?

La evangelización tiene varios significados: yo recuerdo, por ejemplo, que la primera evangelización – incluso en territorios en que no hay libertad religiosa – es la caridad. Precisamente hace poco he estudiado el Decreto “Ad gentes” y he quedado impresionado por la belleza, la bondad y la profundidad de este documento, precisamente en la línea de la evangelización entendida con diversos nombres. Está el testimonio, está la buena noticia. Este documento debe insertarse en los otros documentos de la Iglesia que dicen algo para la evangelización: por ejemplo, el diálogo interreligioso, la libertad religiosa. He encontrado un estudio muy hermoso de Joseph Ratzinger, de cuando aún no era cardenal, que afrontaba precisamente este tema, el de poner la evangelización junto a los otros documentos aprobados por el Concilio.

 

Volvamos a la herméneutica de la discontinuidad, de la ruptura, y a la hermenéutica de la reforma: ¿cuál prevalece actualmente en la Iglesia?

Por desgracia, debo decir, prevalece la de la ruptura. Más aún, diría que se ha tomado conciencia de que no sólo la franja extrema – la que era la mayoría en el Concilio – sino también los movimientos tradicionalistas dicen lo mismo. También para ellos ha habido una ruptura. Por lo tanto, hay todavía mucho trabajo por hacer.

 

¿Cuál es, entonces, la contribución de la lectura ofrecida por el Papa?

Por ejemplo, el cardenal Brandmuller presenta el Vaticano II con un background de todos los Concilios ecuménicos. Luego añade también lo específico del Vaticano II, ciertamente en la línea de la tradición. Por mi parte, subrayo la continuidad teniendo presente que la renovación ha ido hacia el consenso y el diálogo, por lo tanto, es una renovación en la continuidad. Es necesario tener juntos las dos claves, porque ésta es la Iglesia Católica y el Concilio es un ícono de la Iglesia católica: es necesario caminar juntos en la visión de nuestra realidad en el mundo actual, pero teniendo presente ambién nuestra fidelidad al patrimonio y al aspecto – que es fundamental – de la continuidad.

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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

El Padre Horacio Bojorge afirma que el monje Anselm Grün es un "hereje"

Le acusa de "convertir el Evangelio en un libro de autoayuda"

Horacio Bojorge

Padre Horacio Bojorge

"El magisterio espiritual del benedictino alemán navega en la corriente modernista"

El experto teólogo y sacerdote jesuita uruguayo Horacio Bojorge criticó las herejías difundidas por el monje benedictino Anselm Grün, aceptadas por algunos católicos sin considerar su nociva influencia.anselmgrun_260x174

En un minucioso recuento de artículos enviado a ACI Prensa, el P. Bojorge señala que en sus libros, Grün "reduce el mensaje revelado de las Sagradas Escrituras; primero, porque lo interpreta en forma acomodada y segundo porque, mediante este sentido no bíblico, lo homologa con afirmaciones de orden psicológico, haciendo así del Evangelio un libro de autoayuda".

"El confiado lector se encuentra con el relato evangélico y su sentido literario tradicional que le es familiar, pero también se le sirve, en el mismo plato, la acomodación psicológica, como si fuera igualmente válida".

El P. Bojorge advirtió que en esa "acomodación psicológica, una resurrecciónpuede convertirse simplemente en una curación y ser tratada como tal. Y una posesión demoníaca puede convertirse en un estado de exasperación emocional y psicológica".

"No se niega la resurrección, pero se presenta como alternativa válida una interpretación que la explica como curación. No se niega la acción demoníaca por posesión, obsesión o tentación, pero se habla de ‘las propias sombras'".

Por ello, el sacerdote jesuita consideró urgente "avisar que el hoy tan difundidomagisterio espiritual del benedictino alemán Anselm Grün navega en la corriente modernista. Y cunde produciendo desviaciones muy dañinas, por lo parecidas al recto camino de la fe y la espiritualidad católica".

El P. Bojorge indicó que los escritos de Anselm Grün pertenecen "a la familia de los que podemos llamar los errores psicologistas. Tienen de común con la teología de la liberación, que no tienen como meta presentar el sentido auténtico de la Escritura tal como ha sido siempre interpretada por la Iglesia y según la fe católica, sino que usan de los textos bíblicos con una intención ajena a su sentido literal y auténtico".

El sacerdote jesuita indicó que así como para la teología marxista de la liberación, la meta es la libertad política, para el pensamiento difundido por Anselm Grün, el objetivo es "la libertad psicológica del individuo".

El P. Bojorge remarcó que el pensamiento de Grün está fundamentado sobre las ideas del psicoanalista Carl Jung y del P. Eugen Drewermann, quien fuera apartado por su obispo del sacerdocio, precisamente por sus enseñanzas psicologistas.

El jesuita criticó que Anselm Grün atribuya, arbitrariamente, a los textos de la Biblia "un sentido de orden psicológico, del ‘imaginario' que sin embargo él presenta como si fuera mejor sentido que el sentido literal, al que califica, lisa y llanamente, desdiciendo desaprensivamente la tradición y el magisterio, de ‘inútil'".

De acuerdo al P. Horacio Bojorge, en la prédica de Grün, "el Jesús de la historia que presentan los Evangelios es relegado al orden de la fantasía mítica y se lo ‘rescata' de la insignificancia a la significación mediante ‘recuperaciones' ideológicas, políticas o psicologistas".

"La libertad de que habla Anselm Grün no es la misma de la que habló Jesús y se lee en Marcos. Según lo presenta Anselm Grün, Jesús ya no es el camino hacia la libertad porque sea el camino que nos conduzca al Padre, y porque nos convierta en hijos y nos de la libertad de los hijos".

Según explicó el sacerdote jesuita, para Anselm Grün, la libertad es "la integración de los contrarios, la integración de la sombra junguiana, que es inaceptable para la espiritualidad cristiana, porque implica aceptar el pecado y hasta lo demoníaco, para integrarlos en la unificación del yo".

 

Fuente: Aciprensa