lunes, 3 de diciembre de 2012

Dos nuevos sacerdotes para la arquidiócesis de La Plata

 

Viña - Lopez

 

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, confirió el pasado viernes 30 de noviembre el orden del presbiterado a los diáconos Alfredo López Morilla y Cristian Daniel Viña, quienes se formaron en el Seminario San José y eligieron como lemas de ordenación “Porque es eterna su misericordia” y “Duc in altum”, respectivamente. En la homilía, el prelado destacó el signo indeleble del carácter sacerdotal y señaló que nadie se ordena para sí mismo, sino para el servicio de los demás. Tras preguntarse “qué pueden esperar los fieles del sacerdote”, respondió: “y no sólo los fieles, también los alejados y los que no poseen el don luminoso de la fe. Que les hable de Dios, que les muestre a Jesús; sobre todo esto, principalmente esto, y me atrevo a decir: casi exclusivamente esto”. Al final de la Eucaristía en la catedral -concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Nicolás Baisi, y unos 60 sacerdotes- se leyó un mensaje del papa Benedicto XVI, enviado por el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, en el que saluda y alienta a los nuevos sacerdotes a perseverar con entusiasmo en su generosa entrega a Dios y a la Iglesia.

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, confirió el pasado viernes 30 de noviembre el orden del presbiterado a los diáconos Alfredo López Morilla y Cristian Daniel Viña, quienes se formaron en el Seminario San José y eligieron como lemas de ordenación “Porque es eterna su misericordia” y “Duc in altum”, respectivamente.
La Eucaristía en la catedral platense fue concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Nicolás Baisi, y unos 60 sacerdotes. Acompañaron la ceremonia, entrando también en procesión, medio centenar de seminaristas y monaguillos.
En la homilía, monseñor Aguer destacó el signo indeleble del carácter sacerdotal y señaló que nadie se ordena para sí mismo, sino para el servicio de los demás. “Ay del sacerdote que no comprenda esto, que no intente vivirlo con una coherencia creciente, superadora de cualquier remanente de egoísmo”, advirtió.
Tras preguntarse “qué pueden esperar los fieles del sacerdote”, respondió: “y no sólo los fieles, también los alejados y los que no poseen el don luminoso de la fe. Que les hable de Dios, que les muestre a Jesús; sobre todo esto, principalmente esto, y me atrevo a decir: casi exclusivamente esto”.
El prelado señaló que “hay ya quienes puedan ofrecer muchas otras cosas”, pero sostuvo que es el sacerdote quien “puede hablar de lo esencial, quien puede ofrecer lo único necesario, el tesoro y la perla preciosa”.
“El Señor, a quien han decidido seguir, los hace ‘pescadores de hombres’, como lo hizo el apóstol San Andrés, cuya fiesta celebramos. Que él, y los demás apóstoles, y la Virgen santísima, Reina de los apóstoles, los acompañen con su intercesión celestial y les aseguren una inalterable fidelidad y un fruto abundante en el apostolado”, imploró.
Tras un momento de profundo silencio en el espléndido templo catedralicio, a las 20.35 se realizó la imposición de manos del arzobispo y la oración de consagración.
Luego los sacerdotes impusieron las manos sobre los nuevos presbíteros, que poco después recibieron la estola presbiteral y la casulla, mientras se entonaba “Tú eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres”.
La ceremonia fue muy cuidada, con velas encendidas, incienso y campanilla en la consagración de la hostia y del cáliz. Un coro de seminaristas acompañó con cantos los distintos momentos, seguidos por los fieles.
Al final se leyó un mensaje del papa Benedicto XVI, enviado por el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, en el que saluda y alienta a los nuevos sacerdotes a perseverar con entusiasmo en su generosa entrega a Dios y a la Iglesia.
Luego los dos nuevos sacerdotes recibieron saludos de los presentes, familiares y amigos. Entre otros, había un entusiasta grupo de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, de la villa 21, de Barracas, donde el presbítero Viña brindó su ayuda cuando era seminarista. Efusivos abrazos destacaron el afecto ganado en esa misión.
Más tarde, hasta pasada la medianoche, hubo una recepción en el jardín del seminario arquidiocesano, donde cuatro días antes se había inaugurado un gran crucifijo, con motivo de la celebración de los 90 años de esa casa de estudios. Entre otros, estaba allí, en silla de ruedas, monseñor Gustavo E. Ponferrada, quien no pudo estar en la misa de ordenación. Grupos familiares, sacerdotes, colegas de trabajo de quienes se ordenaron tras una vida profesional intensa, compartieron bebidas y empanadas y amables conversaciones al aire libre en una noche apacible.
De este modo, con los otros seis que recibieron el sacramento el pasado 17 de marzo, suman ocho los nuevos sacerdotes ordenados en 2012, para la arquidiócesis de La Plata.+


Texto completo de la homilía

Fuente: AICA

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